Se precisan veinte años para llevar al humano del estado de planta en que se encuentra en el vientre de su madre y del estado puro animal -que es la condición de su primera infancia- hasta el estado en que empieza a manifestarse la madurez de la razón. Han sido precisos treinta siglos para conocer un poco su estructura. Sería precisa la eternidad misma para conocer algo de su alma. No es preciso sino un instante para matarlo.
Deja una respuesta