“Los tratadistas de ciencia política nos la muestran preferentemente bajo la forma de sistemas de gobierno sucesivos, que se caracterizan por el diferente reparto de poder. Habría monarquía según Aristóteles, cuando el poder se encuentra en manos de un jefe superior: aristocracia, cuando lo ejerce una minoría de nobles, y democracia cuando reside en el pueblo. Estos sistemas son legítimos mientras los gobernantes practiquen las virtudes inherentes a su función y procuran el bien común. Si gobiernan en provecho propio y sacrifican a sus intereses personales o de clase el interés general surgen las derivaciones ilegítimas llamadas despotismo, oligarquía y oclocracia,.Montesquieu, por su parte, habla de despotismo, monarquía y república. El mismo Aristóteles y sobre todo Polibio, en su análisis de la república romana, aceptan la posibilidad de la existencia de regímenes mixtos, es decir, constituidos por elementos de monarquía, aristocracia y democracia en adecuada dosación. Hacemos gracia al lector, por no venir al caso, de toda referencia a las doctrinas con que los filósofos de la historia, de Vico a Herder hasta Spengler y Toynbee se esfuerzan por desentrañar las leyes a que obedecen la sucesión de los regímenes, desde la monarquía sacra primitiva hasta los cesarismos exaltados por la multitud, y de las que la sociología aplica al estudio de los movimientos profundos que producen los períodos de estabilidad y de crisis, las alternativas de la historia”
PALACIO, Ernesto. (Colaboración del Dr Carlos Frontera)
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