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Proceder bien.

         “El político obra bien cuando obra en el orden de su vocación y de la ambición consiguiente, porque aquella es benéfica y ésta, sobre todo, anhelo de servir .Obra mal cuando prevarica, es decir, criando se desvía de su vocación por satisfacer la vanidad o la sensualidad. Limitada al apetito de poder, la ambición política es una virtud que se acrecienta con el mayor ardor o vehemencia puesta a su servicio. Los políticos fracasan más por falta que por exceso de ella. Así Pompeyo que por no asumir, cuando pudo hacerlo, el poder supremo, prolongó estérilmente la anarquía romana. Careció de esa fuerza imperiosa del alama que lleva hasta el sacrificio de la propia reputación en aras de los intereses comunes. Era un vanidoso. Se vendía por el elogio interesado de los senadores a su fácil abnegación. Y un político no puede ser vanidoso sin riesgo de prevaricar. Debe obedecer a su ambición, incorruptible. El vanidoso es un satisfecho- El político de estirpe, un insatisfecho. El vanidoso se ama a si mismo más que a su deber. El político nato, al contrario, ardiendo en la ambición de mando, es un humilde servidor de su áspero destino-“

PALACIO, Ernesto.

Lamentablemente es difícil encontrar un político poseedor de las auténticas cualidades.


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